Análisis noticioso segunda quincena de octubre 2023 / El mundo en guerra: A los frentes de batallas abiertos se suman los combates internos contra el fascismo

El ataque de Israel a un hospital en Gaza, que asesinó a cientos de niños, es una demostración de poder comunicacional con la complicidad de los medios corporativos mundiales. Tres ejes marcan la agenda mediática nacional: los Juegos Panamericanos, la propuesta constitucional y la guerra en Medio Oriente.

El bombardeo del hospital bautista Al Ahli en la Franja de Gaza por el ejército israelí, que dejó una cifra superior a las 600 víctimas, la mayoría de ellos niños, mujeres o trabajadores sanitarios, fue una acción fríamente calculada por el Estado hebreo.

No hay que buscar en las motivaciones de tamaña atrocidad errores técnicos o la absurda hipótesis sobre el fallo de un cohete palestino. La acción fue planificada desde un punto de vista político/comunicacional para demostrar poder, no militar, ya que Hamas no tiene capacidades defensivas importantes de su espacio aéreo, puesto que ni siquiera tiene aeropuerto. El cálculo, entonces, está basado en la guerra comunicacional de acuerdo a la siguiente premisa: puedo hacer lo que quiera y siempre quedará impune.

No es difícil imaginar a los asesores comunicacionales judíos insistiendo en la necesidad de dar un golpe de efecto en dos direcciones principales: 1) los posibles daños en la opinión pública de la imagen de Israel podrán ser limitados por el poder desplegado por las comunidades y la embajada israelí en los diferentes países, entregando una explicación que, aunque sea absurda (fallo palestino), permite exponer una duda a los medios y sus periodistas; 2) empezar las operaciones militares a gran escala con una masacre de tal envergadura permite un efecto anestésico para las posteriores masacres que se produzcan, tales como el bombardeo de la mezquita Al Anatsari en la ciudad de Yenín en Cisjordania el 21 de octubre, bombardeo del hospital Al-Quds en Gaza el 30 del mismo mes o el bombardeo al campo de refugiados de Jabalia el día 31.

El poder sin moral del Estado Israelí es justificado por una superioridad racial acorde con los preceptos del sionismo, mientras la muerte de civiles es catalogada por el propio ejército como una “tragedia de guerra” que está justificada porque «Hamás se esconde detrás de los civiles». En un territorio tan pequeño y sobrepoblado, los dos millones de gazaties estarán siempre cerca de los combatientes islámicos.

Sin embargo, Hamas llegó al poder en la Franja de Gaza mediante elecciones democráticas, pero existe una parte importante de la población que no votó por los integristas – la mitad de la población son niños- y que son responsabilizados por el gobierno de Israel como si fuesen “terroristas”: “Esta retórica de que los civiles no eran conscientes, no estaban implicados, es absolutamente falsa. Podrían haberse levantado, podrían haber luchado contra ese régimen malvado” (presidente israelí, Isaac Herzog, en Infobae 24/10). Con este razonamiento, todos los chilenos, incluso los no nacidos en la época, somos responsables de los crímenes de la dictadura pinochetista por no haber sido capaces de derrocarlo; pero los mismos sectores conservadores son los primeros en salir a condenar el intento de ajusticiamiento del dictador.

Los objetivos del Estado de Israel se mantienen difusos. Por un lado, se plantea el total aniquilamiento de Hamas y su liderazgo, lo que implica una acción punitiva terrestre donde la población continuará siendo masacrada, y donde el ejército israelí sufrirá grandes bajas. Por lo demás, Hamas sabe que la única forma de usar su poder militar depende de la entrada de las fuerzas hebreas en un cuerpo a cuerpo, escenario para el que dicen estar preparados, lo que a su vez explicaría la provocación de la sangrienta incursión en suelo israelí.

El objetivo más probable del gobierno de Israel es exterminar una cantidad de palestinos suficientes para calmar sus ansias de venganza. Las fuerzas nacional socialistas alemanas durante la segunda guerra mundial establecieron “coeficientes” de represalia contra la población civil por los atentados de la resistencia, que por lo general eran de al menos de uno a diez, según los preceptos de superioridad racial.

La condena de los gobiernos del mundo contra Israel solamente queda en aspavientos morales frente al férreo apoyo de los Estados Unidos y Europa. Sin embargo, los gobiernos progresistas de la sufrida Latinoamérica dan el ejemplo: «Bolivia decidió romper relaciones diplomáticas con el Estado de Israel (…) En repudio y condena a la agresiva y desproporcionada ofensiva militar israelí que se realiza en la Franja de Gaza y la amenaza de la paz y la seguridad internacionales» (Sputniknews.lat 31/10). Mientras, los gobiernos de Colombia y Chile llaman en consulta a sus embajadores en Israel.

Los medios nacionales han seguido los derroteros mediáticos de occidente al poner en duda que el ataque al hospital bautista fuera obra de las fuerzas armadas israelís, dando credibilidad a los argumentos sobre un fallo de un cohete palestino de la Yihad Islámica. Más aún, los medios corporativos sacaron de sus primeras páginas las informaciones sobre Medio Oriente al día siguiente de la masacre, incluso, los medios independientes no tomaron una línea editorial clara, reflejando, probablemente, el poder del lobby hebreo que puede afectar los aportes económicos de los auspiciadores u otro tipo de represalias.

El mundo entra en una fase de guerra globalizada con los frentes abiertos en Ucrania y Medio Oriente, entre occidente y el sur, pero también de batallas internas de los países que enfrentan el avance de los partidos y movimientos de ultraderecha tanto en Argentina, en Chile, en Europa o los Estados Unidos. La guerra se lleva a cabo con recursos bélicos, pero también con armas comunicacionales sobre las conciencias de las personas.

Cuando transcurren los Juegos Panamericanos en nuestro país -que han sido un éxito de relaciones públicas tanto para Chile como para el gobierno-, vivimos una especie de pax mediática, calma que presagia las tormentas que se avecinan.

Mientras los medios se concentran en los Juegos Panamericanos, el Consejo Constitucional entregó la propuesta a ser plebiscitada el 17 de diciembre. Como era esperable, el documento muestra las aspiraciones de los sectores conservadores de perpetuar el Chile neoliberal, constitucionalizando el negocio en la educación, la previsión o la salud. Los representantes de la izquierda han tardado en tomar una postura en contra, mientras el centro bascula entre el temor a la ultraderecha y el temor a otro estallido social, a pesar de que las encuestas muestran que la labor de zapa de los medios en contra del Octubrismo ha rendido frutos: “Una encuesta del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Andrés Bello reveló que casi el 60% de los sondeados cree que los efectos del estallido social del 18 de octubre del 2019 fueron negativos, y un 30% ve como ‘muy probable’ que vuelva a ocurrir” (Cooperativa.cl 18/10).

En Argentina, el embate de la ultraderecha fracasó en su intento de ganar en la primera vuelta presidencial; sin embargo, los sectores reaccionarios se organizan para el balotaje con el apoyo dado por la derecha tradicional a Javier Milei. La máquina mediática se pregunta: “Cómo el ministro de Economía ganó en primera vuelta con una inflación al 140% en Argentina” (Biobiochile.cl 23/10). La respuesta parece obvia: el temor de los sectores populares y las mujeres ante una ultraderecha mesiánica ya sea en Chile o Argentina, es el mejor antídoto contra la reacción.

Por Centro de Estudios de Medios UAR