Lucio Cañete Arratia
Doctor en Ciencias de la Ingeniería. Académico de la Facultad de Tecnológica, de la Universidad de Santiago de Chile (USACH)
Investigador de la Universidad Abierta de Recoleta (UAR)
Los nuevos fenómenos sociodemográficos que se están presentando en las ciudades chilenas obligan a realizar ajustes a los espacios públicos de libre acceso, para que estos sean capaces de ofrecer un nivel de bienestar acorde a una diferente configuración de la demanda de ocio.
En efecto, el incremento de la delincuencia y de la no planificada inmigración, entre otras causas, hacen que los lugares públicos sean requeridos de manera diferente a la que tradicionalmente se hacía en Chile. Temporalmente, los habitantes urbanos prefieren las actividades recreativas al aire libre en horarios con luz natural para evitar ser víctimas de algún delito. A su vez, espacialmente la ocupación de los mismos lugares públicos se incrementa debido al escape de las condiciones de hacinamiento desde domicilios compartidos donde viven muchas familias de inmigrantes. Ya sea por cualquiera de las dos causas o por ambas en su conjunto, más otras motivaciones debido a cambios culturales y económicos, los vecinos recurren a los espacios públicos de libre acceso deseando algo más de ellos.
Frente a un Chile distinto, emerge la cuestión de cómo aumentar y diversificar la oferta del bienestar brindado por plazas y parques ante estos nuevos desafíos. Una respuesta es la concepción de Espacios Azules, entendidos como analogía a las áreas verdes, por cuanto se trata de cuerpos de agua tales como fuentes, piletas y lagunas. Es decir, además de mantener las áreas verdes con sus pastos, árboles y arbustos (que por su contenido de clorofila muestran el color por el cual son así llamadas), se propone disponer volúmenes de agua (que por el reflejo del cielo se denominan Espacios Azules), para que también sean bienes de libre gozo público.
¿Por qué habría que dotar a las ciudades de Espacios Azules? Porque ellos brindan placeres que las áreas verdes por sí solas son incapaces de ofrecer, y aun ofreciéndolos, sus beneficios se potencian cuando plazas y parques incluyen dentro de sí cuerpos de agua. Existe abundante bibliografía científica desde la biología donde se argumenta que el aporte hedónico en las personas se debe a la trayectoria evolutiva del ser humano con el agua como elemento ambiental proveedor de diversos bienes. En este contexto hay consenso en que los impactos más tangibles e inmediatos ante estos cuerpos hídricos se presentan en los adultos cuando se relajan y cuando los niños se motivan a hacer ejercicio físico.
También la geografía ha demostrado el efecto de amortiguación térmica de estos volúmenes de agua en los lugares encementados de las ciudades y la atracción que ellos generan sobre aves silvestres cuyos ecosistemas naturales húmedos están amenazados debido a la urbanización.
Pese a la teoría y la intuición, antecedentes que legítimamente pueden ser criticados, la Universidad Abierta de Recoleta, con el apoyo de académicos de la Universidad de Santiago, decidió investigar en profundidad los impactos de los citados Espacios Azules en la comuna de Recoleta. Revisiones bibliográficas, consultas ciudadanas, visitas a terreno, entrevistas aleatorias a vecinos, reportes de estudios de mercado y simulaciones, entre otras actividades realizadas durante el último par de años, permitieron identificar ocho nítidos beneficios que los cuerpos de agua ahora inexistentes pueden provocar a dicha unidad territorial una vez que queden a libre disposición de su población.
El primer beneficio es en la salud mental, protagonizado por el alivio del estrés causado principalmente por el hacinamiento, cuya tasa para Recoleta es del 20%.
El segundo beneficio lo constituye el incentivo al ejercicio físico para combatir, entre otros efectos, la obesidad, donde los niveles de Recoleta superan el 30%.
Un tercer beneficio, difícilmente separable del primero, es la reducción térmica gracias a la capacidad calórica del agua cuando en las tardes de verano la temperatura en las vecindades de los cuerpos hídricos puede bajar 1 °C, aliviando en parte las olas de calor.
Un cuarto beneficio se logra cuando los Espacios Azules propician la proliferación de plantas y la llegada de animales nativos, transformándose estos en muestras y reservorios de aves y artrópodos con problemas de conservación en la zona central donde se emplaza la comuna, devolviéndole en parte a la ciudad las funciones ecosistemas que la urbanización ha quitado.
El quinto beneficio resulta de la integración de los anteriores como impacto en el valor del suelo, mostrando que los predios con vista a los Espacios Azules incrementan su precio en el mercado inmobiliario en alrededor de un 25%, para el caso simulado de Recoleta.
El sexto beneficio se alcanza cuando los cuerpos de agua incentivan la creación artística, convirtiéndose así los Espacios Azules en elementos de escenarios facilitadores de producción cultural, en especial de literatura, donde Recoleta se ha propuesto desarrollar esa expresión intelectual.
El séptimo beneficio se produce cuando los cuerpos de agua generan en los seres humanos que acceden a ellos una sensación de seguridad que redunda en un sentido de pertenencia, el que a su vez motiva un cuidado del ecosistema urbano que los acoge, estimulando así a los casi 38 mil inmigrantes de la comuna a mejores comportamientos territoriales en ella.
Finalmente, el octavo beneficio tiene un rol educativo, pues las lagunas artificiales propuestas con sus letreros informan sobre la fauna y flora allí existentes.
A modo de conclusión, los Espacios Azules en Recoleta en términos netos enriquecerán natural y culturalmente a dicha unidad territorial. En efecto, pese a que cada cuerpo hídrico propuesto es mayor en superficie a la que suman dos canchas de tenis, la tecnología autodepurante de las aguas reduce los costos de mantención y operación, haciendo que los Espacios Azules sean atractivos no solo en la comuna piloto, sino que en otras de similar geografía. Así, en un futuro cercano, tal como Arica es la “Ciudad de la Eterna Primavera” y Viña del Mar es la “Ciudad Jardín”, otros centros urbanos de la zona central pueden ser las “Ciudades Azules”.
* El artículo fue inicialmente publicado en el diario electrónico El Mostrador