Opinión / La madre de todas las madres

A través de los estudios en el ADN de los organelos celulares denominados mitocondrias, aquel que única y exclusivamente se transmite de madre a hija, se ha planteado la teoría que todos los seres humanos tenemos un ancestro común, una mujer que vivió aproximadamente hace doscientos mil años en África. En efecto, las muestras a miles de personas en el mundo de este ADN mitocondrial han permito rastrear el linaje de la humanidad logrando establecer una convergencia hacia una antepasada común. Esto no significa que haya sido la única mujer hace doscientos mil años, tan sólo que fue la única cuya línea de descendencia de féminas no se interrumpió. Tampoco significa que es la primera mujer de la humanidad; sino que es la pariente de todos nosotros más cercana en el eje del tiempo.

Puesto que los estudios antropológicos respecto a esta madre aún no entregan características físicas de ella, podemos si queremos, jugar con la imaginación haciendo imposible clasificar su extraordinaria belleza por cuanto su atractivo como mujer pudo haber sido único.

De lo que sí estamos seguros es que debido a las exigentes condiciones ambientales, la vida de esta fémina fue bastante dura. Posiblemente debió con otras mujeres cuidar a los niños mientras los hombres del clan se iban de cacería, sanó a aquellos que regresaron heridos y ayudó a los enfermos a desplazarse en las incesantes rutinas nómadas. Probablemente ella nunca dejó de narrar un cuento a algún niño que habiendo sufrido una de las frecuentes tragedias del Pleistoceno, no logró conciliar el sueño. Los viajes del clan a lo largo de los bosquetes en busca de raíces y frutos tal vez se hicieron más ligeros cuando ella con su canto hizo sutilmente vibrar el paisaje prehistórico. Quizás sus ideas perturbadoras para encarar a depredadores y otras amenazas las comunicó apoyándose en dibujos que hacía con tierra de colores.

Una perfecta combinación de mérito y azar provocó que esta mujer, madre de todas nuestras madres, haya sido el ancestro de una gran familia formada por más de los siete mil millones de personas que actualmente pueblan la Tierra. Mientras la ciencia continúa sus avances para caracterizar a este ser femenino, antepasado de toda la humanidad; se puede hacer de ella un personaje que con su esplendor genere ahora una comunión en los seres humanos sin importar su raza, religión ni nacionalidad.

Lucio Cañete Arratia
Académico de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile
Socio Honorario de la Sociedad Paleontológica de Chile
Investigador de la Universidad Abierta de Recoleta