Opinión / Odi profanum vulgus (Odio al vulgo ignorante)

La propuesta constitucional de la derecha, así como la campaña comunicacional para su aprobación, muestran el desprecio de la élite conservadora por las capacidades de entendimiento del pueblo chileno, basando sus mensajes en el miedo a la delincuencia, por la crisis de seguridad, y en el estómago, por la crisis económica.

Titulamos esta columna con la cita del poeta latino Horacio porque es exactamente la actitud que ha asumido la campaña de la ultraderecha, la derecha tradicional y sus adláteres sobre el plebiscito constitucional que se efectuará dentro de unos pocos días.

Los acciones y vocerías de quienes están por el A favor han descartado entrar en cualquier comunicación de los contenidos de la propuesta constitucional, considerando, al parecer, que los ciudadanos chilenos no tienen las capacidades intelectuales para comprender los avances que, según ellos, representa la propuesta.

De esta forma, la campaña del A favor se centra en las formas básicas de comunicación hacia públicos considerados ignorantes y manipulables. Se establece una linealidad causal directa entre el gobierno de Gabriel Boric -con su bajo apoyo ciudadano-, la delincuencia/crisis económica y la propuesta de nueva constitución.

Los mensajes van dirigidos directamente hacia el estómago de los ciudadanos y a el terror de ser afectado por algún delito en medio de la “crisis de seguridad”. La campaña mediática para amplificar los efectos de los casos delictuales es llevada adelante por numerosos actores políticos, como los alcaldes de La Reina y La Florida, que declaran emergencia comunal por la seguridad pública. Sus acciones están dirigidas, en mayor medida, a crear un efecto comunicacional, amplificado por la prensa, para no dejar en ningún momento de machacar a la opinión pública sobre la gravedad de la crisis delictiva.

Para maximizar el efecto comunicacional de la crisis de seguridad, los delitos exhibidos deben afectar a la mayor proporción posible de la población. Así, la información sobre portonazos, secuestros y encerronas, van direccionada hacia la clase media poseedora de bienes suficientes para considerar que alguien quiera despojarlos. A su turno, los ajustes de cuentas, balaceras en poblaciones, robo de celulares a transeúntes o narco funerales, están dirigidos para el consumo informativo de las clases pobres. En este escenario, se deja de manifiesto que cualquier persona, aunque posea un bien de escaso valor o incluso que nada posea, es una potencial víctima del delito.

La efectividad electoral de la campaña basada en el miedo se centra en los sectores pobres, ya que lo que se busca es aprovechar el voto obligatorio en el plebiscito, haciendo una conexión básica entre el instinto de supervivencia y la propuesta constitucional. La seguridad ciudadana en el sistema neoliberal chileno funciona como los fondos de los trabajadores en la AFP’s, logrando que los cotizantes se sientan partícipes de las ganancias empresariales por el incremento del dinero para su jubilación; tal vez a esto se refería la dictadura pinochetista con la noción de “capitalismo popular”.

La franja electoral televisiva muestra monotemáticamente el binomio seguridad/inseguridad, llegando a la máxima simplificación en el spot donde solamente se menciona que: “Boric vota En Contra, Chile vota A favor”.

La ultraderecha y derecha tradicional saben a quién dirigirse y crean los mensajes o contenidos electorales ad hoc: un pueblo desilusionado, aterrado por la inseguridad y que no se siente representado por una élite de izquierda que se alejó del pueblo, tanto que se avergüenzan de referirse a ellos como pueblo. Trump, Bolsonaro, Milei o Republicanos tienen claro que se dirigen a unos destinatarios con bajo nivel educacional, que se creen blancos y que pertenecen a la clase media.

El divorcio entre la izquierda y el pueblo es usado hábilmente para resaltar que Boric y el Frente Amplio son una élite, haciendo hincapié en un Boric montando en bicicleta en el cerro mientras los chilenos están encerrados en sus casas por temor. En los Estados Unidos se genera el mismo sentimiento del blanco pobre contra los “progresistas demócratas de Hollywood”.

Mediáticamente la campaña del A favor aprovecha que después de la franja electoral basada en la inseguridad vienen los noticiarios de TV abierta que muestran una seguidilla de actos delictuales, donde muchas veces las víctimas son personas de los barrios populares. Por otro lado, la gran cantidad de casos de corrupción de alcaldes de derecha (Cathy Barriga, José Luis Yáñez o Raúl Torrealba) no son noticiosamente tratados como una crisis de corrupción, como sí lo hacen con el caso Convenios, por ejemplo.

En contraposición, la izquierda no sabe a quién dirige sus mensajes, no tiene caracterizadas a las personas que quiere representar, vale decir, necesita estudiar sociológicamente a la población para descubrir sus intereses y percepciones, sin diluirse en fragmentar el electorado en minorías con sus agendas particulares.

Para el éxito electoral hay que tomar en cuenta los cambios en los ciudadanos que ha introducido el neoliberalismo tras décadas de implementación en nuestro país. El último sondeo del centro de encuestas de La Cosa Nostra mostró como los “valores” identificados con la derecha, esto es, orden, progreso y libertad, son los más mencionados como cruciales por los encuestados.

En la creación de este imaginario público son centrales los medios de comunicación masivos que van moldeando la percepción ciudadana. En esta área la derecha tiene el campo abonado, mientras que el oficialismo y el gobierno pueden diagnosticar la enfermedad, pero su debilidad política y mediática se convierte en un problema que amplifica los temores de arremetidas comunicacionales desde sus adversarios, entregando las banderas antes de ofrecer batalla.

Sin embargo, los que subestiman al pueblo no calculan que, aunque su propuesta constitucional prospere, al poco andar, se convertirá en un acicate para la organización y movilización de las fuerzas populares, ya que éstas, con todo, siguen siendo el corazón y el motor de la historia.

Por: Centro de Estudios de Medios