Opinión / ¿Existe la libertad de expresión en Occidente?

La libertad de expresión es considerada uno de los pilares del sistema democrático liberal de Occidente. Cualquier gobierno que restrinja su uso, será tildado de “dictadura”por los países rectores de los intereses occidentales. De esta forma, la libertad de expresión se convierte en un caballito de batalla para controlar a los disidentes mediante apelativos que los envilecen como el uso del calificativo de “régimen” para designar a ciertos gobiernos parias.

La crisis permanente a nivel mundial, especialmente aguda en las democracias occidentales, muestra -entre otras características- diferentes grados de decadencia del sistema de representación, fenómeno que genera una alta frustración en las expectativas de los ciudadanos, ocasionando que una fracción no menor de ellos se decante por alternativas de ultraderecha, todo lo cual produce un aumento de la tensión que se aprecia  en la manera como los lenguajes totalitarios permean a los actores políticos y los medios masivos de comunicación (1).

La guerra entre Rusia y Ucrania, devenida en conflicto entre occidente y oriente, que configura un nuevo reordenamiento geopolítico con la conformación de dos bandos enfrentados con proyectos de dominación mundial divergentes, ha tenido un impacto crucial en los medios corporativos. Los medios muestran un alineamiento férreo con las políticas de sus gobiernos, la información -entendida como un derecho humano fundamental-, se ha convertido en propaganda de guerra, y los medios, en armas de usos tácticos y estratégicos.

¿Es posible hablar de libertad de expresión cuando los gobiernos “democráticos” y los poderes fácticos mantienen un control total de los mensajes mediáticos corporativos? El entramado empresarial/mediático logra mantener el status quo social con el manejo de los mensajes en un entramado superestructural donde los intereses de los gobiernos corresponden relativamente a los intereses empresariales.

De esta forma, el sistema permite la existencia de medios alternativos, pero estos tienen escasa repercusión en la creación de la agenda temática que se debate por los ciudadanos. Los medios alternativos se convierten en periféricos, pero permiten entregar al liderazgo político una apariencia de pluralismo, una pincelada de democracia en un modelo totalizador.

La industria de las relaciones públicas -la máquina de crear consenso- funciona como una dictadura de la agenda, marcando tiempos y eligiendo qué actores aparecerán en los medios. En los hechos, existen informaciones y actores que tendrán vetadas sus apariciones mediáticas y solamente estarán circunscritos a los medios alternativos.

En momentos de especial convulsión para el sistema democrático liberal, los medios corporativos actúan de manera concertada, persiguiendo objetivos comunes y una defensa estricta de sus intereses de clase. En tanto, los medios periféricos que permiten la aparición de interpretaciones temáticas distintas y de otros actores fuera de los oficialmente aceptables, luchan diariamente por su subsistencia económica.

Entonces, volviendo a la pregunta inicial: ¿existe la libertad de expresión? La respuesta es sí y no. Por una parte, existe para quienes representan los intereses generales del sistema; pero, para un grueso de la población, la libertad de expresión es solamente un mito de la democracia liberal occidental.

Autor:  Ignacio Figueroa Foessel
Director Centro de Estudio de Medios, Universidad Abierta de Recoleta

(1)  La academia y los intelectuales han descuidado el estudio de los medios y el impacto que su lenguaje puede producir en las audiencias. Por ello, desde la UAR publicaremos próximamente un estudio sobre los mecanismos de propagación del uso de lenguaje totalitario.