Opinión / Datos ruidosos, poder y participación de la mujer en la música

ONU Mujeres alerta sobre las brechas de la participación femenina en diversos ámbitos de la vida social. Por ejemplo, con datos del año pasado, indica que en política ellas representan solo a un cuarto de los parlamentos del mundo; sólo treinta y tres mujeres dirigen grandes corporaciones económicas internacionales entre centenas de ellas; de cerca de mil Premios Nobel que se han entregado, cincuenta y tres corresponden a mujeres; de todas las películas filmadas, un 23% tuvieron como protagonista a una mujer. Así, suma y sigue. La misma organización internacional muestra una gran desigualdad de género en el sector de la música, señalando, entre otras cosas, que solo el 30% del conjunto de cantantes son mujeres, que un 22% de aquellas creaciones más populares fueron cantadas por mujeres, que un 12% de estas composiciones fueron creación de ellas, y en las listas de éxitos, solo en una de cada diez composiciones hay detrás una mujer.

La simple casualidad no corre en estos tiempos, así como tampoco a través de la historia. Quizá Adam Smith, el formulador de la mano mágica del mercado, lo habría entendido como una simple ecuación de oferta y demanda de bienes culturales creativos que funcionaba por sí sola; o bien Karl Marx, lo observaría como la posición de la mujer en una estructura desigual de producción en el seno de la familia. Margareth Tatcher, la dama de hierro inglesa, lo habría atribuido a la poca habilidad de la mujer para ejercer su rol con las características de la masculinidad. Con muchas observaciones más, es plausible vislumbrar que es el ejercicio del poder un punto clave para entender el fenómeno de la brecha en los espacios participados de hombres y mujeres, y en particular, en el mundo de la música, tal como lo evidencia ONU Mujeres.

Según Michel Foucault el poder no se adquiere, sino que se hace presente con movilidad entre personas y es inmanente a ellas, está en todas y todos; el poder se organiza reticularmente, es decir en red, en la articulación al interior de las familias, las industrias, las instituciones; las relaciones de poder son tácticas y racionales. Para este sociólogo, el cuerpo es el soporte material de la vida de los individuos sobre el cual se efectúa el control social y político; y nos alienta diciendo que donde hay poder hay resistencia, con horizontes de cambio de situación. En torno al cuerpo, es interesante seguir a la filósofa feminista Judith Butler, que focaliza su atención en la construcción cultural de los cuerpos, y desde ahí, de los géneros, las sexualidades y otras estructuras de relaciones y experiencias que se desprenden.

Con estos elementos ¿qué podríamos reflexionar acerca del poder y la participación de la mujer en el mundo de la música? Si observamos algunos sucesos y experiencias de mujeres, por ejemplo, en el jazz, podremos darnos cuenta de algunos aspectos del ejercicio del poder en el sector.

Recordemos la amistad entre Marilyn Monroe y Ella Fitzgerald. Marilyn Monroe había sido simbolizada por la belleza, su amiga Ella Fitzgerald era negra. Cuando ésta quiso entrar a los circuitos musicales, a los clubes de jazz, la piel era una condición, no su calidad vocal. La reticularidad del poder se manifestaba en la exposición de los cuerpos. Clubes fuertemente racistas, configuraban un micropoder del espectáculo en medio de una cultura segregadora. Pero ahí estaba Marilyn tendiendo la mano, para abrirle espacios musicales a su amiga, adelantada al Black Lives Matter, como lo han indicado algunos medios. La inmanencia del poder, así las cosas, está también en las mujeres, pero esa inmanencia como constructo cultural, les es asignada al cuerpo.

Otra perspectiva es la canonización del jazz en cuanto a una nueva práctica institucionalizada, que más allá de sus orígenes y variedades, se ejerce como una experiencia que impone universalidad, seriedad y profesionalismo, como lo indica el musicólogo chileno Miguel Vera Cifras en su artículo Mujeres en el jazz en Chile. Modelización, régimen simbólico y trayectorias de género. Este autor indaga historias perdidas de mujeres chilenas como Esperanza Iris, Alicia Vignoli, Mercedes Orrego, Josefina Barbat, Dixie Lane, Kerry Keller, entre otras. Ellas aspiraron y siguen aspirando, a una “habitación propia”. Pero el canon es poder, y el canon visibiliza u oculta. Aquí se manifiesta la posibilidad de esconder o ignorar la historia, fenómeno dramático para articular relaciones de poder nuevamente androcentristas, tácticas y racionales. Vera Cifras concluye: “El largo olvido que ha velado la presencia de las mujeres en el jazz de Chile ha sido mucho más que un inocuo lapsus, involuntario o irresponsable. Ha estado operando en la práctica como una amnesia colectiva, acrítica y normalizada desde la óptica androcéntrica de un jazz profesionalizado por un mundo masculino y un discurso historiográfico y crítico que lo consagra. En este sentido, la participación de la mujer ha sido vista y considerada como un hecho excepcional y colateral. Su empoderamiento en el campo musical y artístico ha tomado la forma de un sujeto interdicto frente al modo masculino como norma…”.

En fin, se requiere abrir las miradas y los análisis del cómo opera el poder para comprender las brechas y desigualdades en medio del mundo de la música, de la industria, de los circuitos. No es simplemente el cuidado de los intereses de los hombres en el medio, sino también la complejidad cultural del control de los cuerpos musicales, a través de modelos, canonizaciones, racialidades y discriminaciones. No olvidemos a artistas que para tener espacio y escenario, pintaban sus rostros de negro, se vestían de mujer u hombre, y ocultaban su homosexualidad, todas ellas maneras de sortear aquel poder reticular y táctico de la historia de los cuerpos controlados. Si donde hay poder hay resistencia y por ende conflicto, existe la posibilidad de que en los próximos años ONU Mujeres entregue mejores noticias para el mundo de la música.

Antonio Hernández
Director de Jazzística SpA


Texto publicado originalmente en DirectMusic Magazine
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